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Después de golpear Malawi como tormenta tropical, el ciclón Idai toco tierra cerca de la ciudad mozambicana de Beira el 14 de marzo y al día siguiente se desplazó a Zimbabue. Dos semanas después se contabilizaban más de 700 muertes en estos tres países, 468 en Mozambique, donde también se dejaba unas 1.500 personas heridas, aunque las afectadas podían ser alrededor de 1.850.000. Las aguas contaminadas y la carencia de agua potable están propiciando la extensión del cólera, la diarrea y la malaria. Los servicios de educación y salud locales se vieron interrumpidos, también los tratamientos para pacientes con VIH, que tienen una alta incidencia en la zona.
El Fondo Galego de Cooperación e Solidaridade, fundado en 1997, está estudiando en estos momentos la mejor vía para apoyar a Mozambique, país con el que lleva colaborando desde hace casi dos décadas con una decena de proyectos. Dos de ellos se encontraban en activos en ese momento. Uno para reducir los factores de riesgo que pueden llevar a la juventud a contraer adicciones, enfermedades o embarazos precoces, utilizando el deporte como herramienta, y otra para construir sistemas de abastecimiento de agua con el fin de que la población no tenga que recoger en el río, evitando así las muertes por ataques de fauna salvaje.
El primero de los proyectos se desarrolla con la Fundação Encontro en los distritos de Boane y Naamacha, al sur de Maputo, por lo que apenas sufrieron los efectos de las inundaciones. Sin embargo, en el segundo de los casos, la iniciativa se lleva a cabo junto al municipio de Nhamayábue, que resultó afectado por fuertes lluvias, hasta el punto de que más de 1.000 familias perdieron su vivienda.
Además, los cuatro sistemas de abastecimiento construidos quedaron anegados, por lo que serán necesarias tareas de reparación. Por otro lado, el Fondo Galego está en contacto con la Asociación Nacional de Municipios de Mozambique (ANAMM), que también solicitó la colaboración de las administraciones locales para contribuir a paliar los efectos del desastre.
Mozambique experimentó un crecimiento considerable desde el Acuerdo de Paz, firmado en 1992, que puso fin a dieciséis años de guerra civil, pero su Índice de Desarrollo Humano (IDH) sigue a ser uno de los más bajos del planeta. La pobreza alcanza al 55% de la población, especialmente en las mujeres, y la esperanza de vida se sitúa en los 57 años.
Aun así, se trata de un país con un gran potencial y existen iniciativas locales desde las que se lucha por revertir esta situación, algunas de ellas con colaboración internacional. Tal es el caso de los ayuntamientos y organizaciones apoyadas por el Fondo Galego, que canaliza así las inquietudes de un ciento de ayuntamientos y diputaciones de Galicia para contribuir a la construcción de un mundo más justo.